sábado, 27 de abril de 2013

HOGARES, BRASEROS Y CALIENTACAMAS

Fuegos que han calentado

En todas las casas, así fueran grandes o pequeñas, señoriales o humildes, siempre estaba el fuego encendido en los distintos tipos de hogar y además en cualquier estación del año, hiciera buen tiempo o malo, puesto que si no se necesitaba para calentar la casa –circunstancia improbable- era usado para cocinar. En las casas grandes y pudientes con buenas cadieras, el fuego era voluminoso y espléndido, pero no así en otros hogares, puesto que las empobrecidas rentas no daban en ocasiones ni para leña, o al menos ésta tenía que ser muy bien administrada. El humo de las “chamineras” sobre los tejados, siempre ha significado vida en las casas. Ahora es otra cosa, pero se agradece percibir el más o menos intenso aroma  que desprende el humo de la leña ardiendo en algunos fogariles de “fin de semana”. 





Normalmente se estaba caliente en las cocinas y zona de influencia donde se ubicaba el hogar, pero el frío era muy notable en invierno en el resto de la casa. Para ello disponían de otros utensilios con que templar de alguna manera el resto de las dependencias, o por lo menos alguna de ellas. Desde que se inventó el hacer fuego, los braseros fueron la fuente calorífica usada en la mayoría de domicilios. Son recipientes metálicos en los que se echaban brasas encendidas en el hogar o en los hornillos y se trasladaban a alguna sala o habitación para permanecer sentados a su lado, o bien instalados bajo una “ mesa camilla” que disponía de espacio apropiado para ello. La gente de la casa y las visitas, por lo menos tenían las piernas y los pies calientes, pero la espalda… ya era otra cosa.
Los hubo de variados tamaños y materiales según la hacienda de cada casa –como queda ilustrado en las fotografías- , y prácticamente todos ellos eran remontados por rejillas que en muchas ocasiones fueron aprovechadas para secar pañales y pequeñas prendas. Con la inseparable paleta se iba moviendo el fuego y la ceniza. Lógicamente había que tener mucho cuidado con tener ventilado el habitáculo puesto que el “tufo” producido por la combustión dio muchos disgustos, sobre todo con braseros mal apagados. 



  
Otro problema y no menos importante, era el meterse en esas frías camas de colchones de lana y sábanas de hilo. Tardaban mucho rato en entrar en calor puesto que el frío y la humedad se notaba en ellas mucho más que en las que ahora tenemos. Los más pudientes  tenían  “calientacamas”, recipientes de cobre en los que se ponían piedras o ladrillos calientes y en algunos casos, hasta brasas dentro de ellos y así dando pasadas por entre medio de   las sábanas se iba calentando toda la cama. Las casas que no disponían de esa pieza tan práctica y bonita a la vez, disponían de tumbillas, que como puede verse en las fotos, eran mucho más sencillas y al mismo tiempo más peligrosas. Muchas sábanas fueron quemadas puesto que las brasas no estaban protegidas como en el calientacamas de cobre y en no teniendo otra cosa “bienvenidas eran las tumbillas”. Más tarde se llegaron a usar las bolsas de goma y aun botellas de vidrio. Se llenaban con agua caliente y mientras duraba el calorcillo era muy agradable. Sólo había que tener buen cuidado con el cierre para no escaldarse. Disfrutando ahora de diversos medios calefactores en todos o casi todos los hogares, estas fotografías solo sirven para recordar tiempos pasados, aunque no muy lejanos en la vida  de nuestros padres.












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