Fuegos que han calentado
En todas las casas, así fueran grandes o pequeñas, señoriales
o humildes, siempre estaba el fuego encendido en los distintos tipos de hogar y
además en cualquier estación del año, hiciera buen tiempo o malo, puesto que si
no se necesitaba para calentar la casa –circunstancia improbable- era usado
para cocinar. En las casas grandes y pudientes con buenas cadieras, el fuego
era voluminoso y espléndido, pero no así en otros hogares, puesto que las
empobrecidas rentas no daban en ocasiones ni para leña, o al menos ésta tenía
que ser muy bien administrada. El humo de las “chamineras” sobre los tejados,
siempre ha significado vida en las casas. Ahora es otra cosa, pero se agradece
percibir el más o menos intenso aroma
que desprende el humo de la leña ardiendo en algunos fogariles de “fin
de semana”.
Normalmente se estaba caliente en las
cocinas y zona de influencia donde se ubicaba el hogar, pero el frío era muy
notable en invierno en el resto de la casa. Para ello disponían de otros
utensilios con que templar de alguna manera el resto de las dependencias, o por
lo menos alguna de ellas. Desde que se inventó el hacer fuego, los braseros
fueron la fuente calorífica usada en la mayoría de domicilios. Son recipientes
metálicos en los que se echaban brasas encendidas en el hogar o en los
hornillos y se trasladaban a alguna sala o habitación para permanecer sentados
a su lado, o bien instalados bajo una “ mesa camilla” que disponía de espacio
apropiado para ello. La gente de la casa y las visitas, por lo menos tenían las
piernas y los pies calientes, pero la espalda… ya era otra cosa.
Los hubo de variados
tamaños y materiales según la hacienda de cada casa –como queda ilustrado en
las fotografías- , y prácticamente todos ellos eran remontados por rejillas que
en muchas ocasiones fueron aprovechadas para secar pañales y pequeñas prendas.
Con la inseparable paleta se iba moviendo el fuego y la ceniza. Lógicamente
había que tener mucho cuidado con tener ventilado el habitáculo puesto que el
“tufo” producido por la combustión dio muchos disgustos, sobre todo con
braseros mal apagados.
Otro problema y no menos importante,
era el meterse en esas frías camas de colchones de lana y sábanas de hilo.
Tardaban mucho rato en entrar en calor puesto que el frío y la humedad se
notaba en ellas mucho más que en las que ahora tenemos. Los más pudientes tenían
“calientacamas”, recipientes de cobre en los que se ponían piedras o
ladrillos calientes y en algunos casos, hasta brasas dentro de ellos y así
dando pasadas por entre medio de las
sábanas se iba calentando toda la cama. Las casas que no disponían de esa pieza
tan práctica y bonita a la vez, disponían de tumbillas, que como puede verse en
las fotos, eran mucho más sencillas y al mismo tiempo más peligrosas. Muchas
sábanas fueron quemadas puesto que las brasas no estaban protegidas como en el
calientacamas de cobre y en no teniendo otra cosa “bienvenidas eran las
tumbillas”. Más tarde se llegaron a usar las bolsas de goma y aun botellas de
vidrio. Se llenaban con agua caliente y mientras duraba el calorcillo era muy
agradable. Sólo había que tener buen cuidado con el cierre para no escaldarse. Disfrutando ahora de diversos medios
calefactores en todos o casi todos los hogares, estas fotografías solo sirven
para recordar tiempos pasados, aunque no muy lejanos en la vida de nuestros padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario