Este
manantial se encuentra en el término de Sasa, pero aun perteneciente a este
lugar, en tiempos pasados era visitada por los vecinos de los pueblos de
alrededor y muy apreciada por todos.
Esta
fuente siempre ha manado, aunque escasa, en tiempos de sequía. En cambio en
años lluviosos aumentaba mucho su caudal y al juntarse con el agua del
barranco, no dejaron de regar los predios de su entorno. Los huertos, de
excelente tierra, e irrigados por un agua que nunca faltaba, las cosechas de
patatas, judías y demás hortalizas eran abundantes y de gran calidad.
Tanta
agua llegaba a haber, que se llenaban dos balsas que también servían para que
las mujeres de Sasa, fuesen a hacer la colada, puesto que tampoco tenían otro
lugar más apropiado. En Sasa no llegó haber un lavadero hasta los principios
del S.XX.
En
estos momentos, desde el saso, fijas la mirada en el punto donde está la fuente
y te parece mentira que hasta ese lugar fueran las mujeres cargadas con los
baldes llenos de ropa a faenar en esas balsas, máxime contando además que el
camino es largo y en costera. Por ello no es de extrañar que la mujer que no
disponía de una mula para cargarla con la ropa mojada, se quedase allí a pasar
toda la jornada, tendiendo la ropa por encima de los buchos y carrascas para que así se fuera secando hasta la hora
de volver a casa.
No
solamente se usaba la fuente para estas faenas, sino que el lugar era muy apreciado por todos como
lugar de ocio, e incluso a merendar con los niños porque se decía que el agua
de la fuente abría el apetito. Ni qué decir tiene que su “estratégica”
ubicación era aprovechada para reunirse mozas y mozos a festejar y hacer buenas
meriendas con buena chulla y mejor vino.
Lamentablemente
en estos momentos no se puede llegar a ella, si no eres un jabalí, pues las
zarzas, coscojas y demás vegetación lo cubren
todo. Es una pena ver perder estos lugares que durante tantísimos años han
visto discurrir a infinidad de personas en multitud de conversaciones, risas y
algún que otro llanto. Pero eso sí, lo que no se ha perdido es el murmullo del
agua que siempre ha habido y lo hay, en la fuente de la Queva.
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