La
faena resultaba dura ya que la época de su recogida sigue siendo en invierno y
en algunos momentos con buenas heladas. Por eso no era extraño que las mujeres
fuesen al olivar con faldas de abrigo, varias enaguas, con buena toquilla sobre
sus hombros y aun así no podían evitar el frío. Por eso no faltaba en el olivar
una buena fogata para calentarse de vez en cuando y poder proseguir con la
faena, sirviendo al mismo tiempo para preparar un buen almuerzo, porque ¿qué es
un trabajo sin almuerzo? ¡Nada! algunas personas aun recuerdan a la familia
alrededor del fuego preparando ese chorizo envuelto en papel de estraza y
bañado con una buena ración de ese buen vino, que en algunas de las casas se
tenía para ser colocado entre las brasas y la ceniza quedando jugoso y de muy
buen sabor. Doy fe que es así, pues lo he probado.
En
toda esta faena, como en otras, no podía faltar el ir al olivar con el borrico
que hubiese en la casa, pues cuando la faena había terminado y las talegas estaban
llenas, eran trasladadas por estos
animales que no siempre hacían lo que sus dueños querían. Tienen fama de
tozudos y muy tozudos que son y si no que se lo pregunten a las hermanas de
casa Aguilón. Hoy que hemos salido con el borrico a recoger la cosecha de olivas, les viene a
la memoria recuerdos de su juventud cuando su padre les decía ¡¡levantarse que hay que coger las habas!! y ninguno
se movía pues en la cama se estaba muy bien a las 5 de la madrugada. Para que se levantaran con
alegría les prometía que al regresar del campo, todos irían montados en el
borrico y con esa promesa se levantaban con más ganas, pero no contaban con la
opinión del borrico. Los asnos tienen fama de listos y cabezones y los hermanos
de casa Aguilón lo pudieron comprobar. Cuando los pequeños eran colocados
encima del burro, éste no tardaba mucho en
arrimarse a los barzales y haciendo un fuerte gesto tiraba a los niños
al zarzal para así marchar todo le camino sin peso.
Son
historias pasadas hace muchos años pero no olvidadas, por eso hoy con estas
fotos y este texto queremos recordar a aquellas gentes y esos días en que las
olivas eran recogidas con tanto esfuerzo, sin máquinas, solo con las manos
encallecidas por el trabajo duro y el fuerte frío que en esos meses hacía. Pero
no por eso dejaban las olivas en el árbol, sino que participaba toda la familia
ya que los grandes mandiles de cáñamo tenían que ser manejados entre varias
personas debido a su gran peso. Algunos iban a regañadientes y otros
alegremente. No se podía dejar ni una oliva sin coger, pues era aceite que
luego a la familia le podía faltar. Ya que con este oro líquido eran preparados
todo tipo de platos, así fueran dulces o salados, dándoles un sabor excelente por
la exquisita calidad que tienen todas las variedades de estos antiguos olivares
del pueblo de Chibluco.
Muy guapa la entrada, Virginia; hacía algunos días que no entraba.
ResponderEliminarLa de la fuente también me ha gustado.
Bueno, todas :-)
Saludos,
Jaime
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarGracias Jaime, ya sabia que te gustarian las fotos de Manolo, verdaderamente quedaron muy bien y ami eso de preparar escenarios es una cosa que me satisface mucho hacerlo
EliminarUn saludo para los dos
V.B..