viernes, 31 de enero de 2014

ALEGRIA EN EL OLIVAR

La recogida de las olivas ha sido desde siempre una faena muy dura, pues no se puede comparar el recogerlas en estos momentos, que cuando se hacía hace 50 años atrás. Era duro, pero se tenía que hacer, puesto que era un gran sustento para las familias. Algunos años los olivos tenían las ramas tan cargadas, que se recogían con gran entusiasmo,  disfrutando de ese fruto al que tanto valor se le daba y  que en el momento actual es denominado “oro líquido”  por la gran aceptación que tiene en muchas culturas.
La faena resultaba dura ya que la época de su recogida sigue siendo en invierno y en algunos momentos con buenas heladas. Por eso no era extraño que las mujeres fuesen al olivar con faldas de abrigo, varias enaguas, con buena toquilla sobre sus hombros y aun así no podían evitar el frío. Por eso no faltaba en el olivar una buena fogata para calentarse de vez en cuando y poder proseguir con la faena, sirviendo al mismo tiempo para preparar un buen almuerzo, porque ¿qué es un trabajo sin almuerzo? ¡Nada! algunas personas aun recuerdan a la familia alrededor del fuego preparando ese chorizo envuelto en papel de estraza y bañado con una buena ración de ese buen vino, que en algunas de las casas se tenía para ser colocado entre las brasas y la ceniza quedando jugoso y de muy buen sabor. Doy fe que es así, pues lo he probado.
En toda esta faena, como en otras, no podía faltar el ir al olivar con el borrico que hubiese en la casa, pues cuando la faena había terminado y las talegas estaban llenas, eran trasladadas  por estos animales que no siempre hacían lo que sus dueños querían. Tienen fama de tozudos y muy tozudos que son y si no que se lo pregunten a las hermanas de casa Aguilón. Hoy que hemos salido con el borrico  a recoger la cosecha de olivas, les viene a la memoria recuerdos de su juventud cuando su padre les decía  ¡¡levantarse que hay que coger las habas!! y ninguno se movía pues en la cama se estaba muy bien a las  5 de la madrugada. Para que se levantaran con alegría les prometía que al regresar del campo, todos irían montados en el borrico y con esa promesa se levantaban con más ganas, pero no contaban con la opinión del borrico. Los asnos tienen fama de listos y cabezones y los hermanos de casa Aguilón lo pudieron comprobar. Cuando los pequeños eran colocados encima del burro, éste no tardaba mucho en  arrimarse a los barzales y haciendo un fuerte gesto tiraba a los niños al zarzal para así marchar todo le camino sin peso.
Son historias pasadas hace muchos años pero no olvidadas, por eso hoy con estas fotos y este texto queremos recordar a aquellas gentes y esos días en que las olivas eran recogidas con tanto esfuerzo, sin máquinas, solo con las manos encallecidas por el trabajo duro y el fuerte frío que en esos meses hacía. Pero no por eso dejaban las olivas en el árbol, sino que participaba toda la familia ya que los grandes mandiles de cáñamo tenían que ser manejados entre varias personas debido a su gran peso. Algunos iban a regañadientes y otros alegremente. No se podía dejar ni una oliva sin coger, pues era aceite que luego a la familia le podía faltar. Ya que con este oro líquido eran preparados todo tipo de platos, así fueran dulces o salados, dándoles un sabor excelente por la exquisita calidad que tienen todas las variedades de estos antiguos olivares del pueblo de Chibluco.


















 
















3 comentarios:

  1. Muy guapa la entrada, Virginia; hacía algunos días que no entraba.
    La de la fuente también me ha gustado.
    Bueno, todas :-)

    Saludos,
    Jaime

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    2. Gracias Jaime, ya sabia que te gustarian las fotos de Manolo, verdaderamente quedaron muy bien y ami eso de preparar escenarios es una cosa que me satisface mucho hacerlo
      Un saludo para los dos
      V.B..

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