jueves, 16 de mayo de 2013

TRASHUMANCIA EN CHIBLUCO



  
En general, la trashumancia a través de cabañeras dejó de hacerse aproximadamente a principios de la década de 1.960.

En Chibluco, el ganado se subía a los pastos de Guara el día de San Juan. Previamente, a finales de Mayo, se esquilaba el ganado para más tarde, cuando ya les había crecido un poco de lana, ser marcadas con las iniciales del propietario de las reses y de este modo poder reconocer el de cada casa, puesto que en la sierra todas se mezclaban.
 












¿Por qué se subían el día de San Juan? Pues porque en esa fecha, ya no quedaba nieve en Guara y con la abundancia de pastos podían comer hasta saciarse. Permanecía allí todo el verano y retornaba a Chibluco el día de San Miguel. A los animales se tenía por costumbre colgarles una esquila del cuello, entresacadas de  las variadas formas y tamaños de las mismas.

 
Un vecino me contó una costumbre que tenían ellos. Tres veces al año les colocaban a los bucos unos grandes cencerros llamados trucos. El día de la fiesta menor -14 de Junio-, el día del Corpus y el día que los subían a Guara. Tanto el día de la fiesta pequeña como el del Corpus, era como si los animales tuviesen el derecho a celebrar ellos también la fiesta y el día que subía el ganado a Guara era para que los bucos que llevaban el truco, fueran abriendo la marcha. De este modo el resto del ganado los seguían por el ruido y así el pastor también sabía por dónde andaban. Cuando el rebaño llegaba a la cara norte de Guara, les quitaban los trucos pues al estar en libertad, había peligro de que se extraviaran y eran bajados por los pastores. 



El ganado era de todas las casas, unas 300 cabezas aproximadamente. Las ovejas viejas y las que estaban preñadas no se subían. La cabaña era subida por dos o tres propietarios de las reses, pero para bajarlas el día de San Miguel, tenían que ir más personas, ya que el ganado estaba bastante desparramado y además se tenía que “esbarar” puesto que las ovejas estaban muy mezcladas.


Según datos recogidos en Internet y procedentes de varios autores, actualmente  existen en España poco más de 300.000 cabezas de ganado trashumante, frente a los cinco millones con los que contábamos el siglo pasado. A pesar de ser un ejemplo de sostenibilidad, las 10.000 familias que se dedican a esta práctica ancestral se ven abocadas a abandonar la actividad ante la falta de una política decidida de apoyo.


La trashumancia proporciona numerosos beneficios, no sólo ambientales, para el conjunto de la sociedad. El paso del ganado aumenta la fertilidad de nuestros suelos amenazados por la desertificación, al incorporar estiércol y otros restos vegetales a su paso. Además, algunos de los bosques más importantes de nuestro país se han desarrollado y conservado gracias a esta práctica, como los pinares de Guadarrama o la Serranía de Cuenca, los hayedos y robledos de la Cornisa Cantábrica o los encinares y alcornocales de Andalucía y Extremadura. Los animales se alimentan de materia fácilmente combustible actuando eficazmente en la lucha contra incendios.


Los rebaños trashumantes benefician directamente a la biodiversidad, al conservar numerosas razas autóctonas en peligro de desaparición, como la oveja rubia de colmenar o la vaca tudanca. Los efectos también son positivos para la flora, al contribuir cada oveja a la dispersión de más de 5.000 semillas al día, unos cinco millones de semillas por rebaño, y a la fauna silvestre, sobre todo aves, que depende de los espacios abiertos pastoreados.



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