La
fiesta de Santa Águeda en Castilsabás, se siguió celebrando muy pocos años
después de la guerra civil de 1.936. Lógicamente aquellos tiempos fueron muy
difíciles y después de todo lo pasado no había ganas de fiestas. Igualmente
influyó mucho el hecho de que el pueblo fuera
quedándose vacío de mozas y mozos
puesto que muchos de ellos tuvieron que marchar a otros lugares en busca de
mejor sustento.
La
fiesta comenzaba bandeando las campanas desde primera hora de la mañana por las
mujeres del pueblo, turnándose de dos en dos cada hora. A continuación se decía
misa en la iglesia parroquial de Castilsabás, ya que aun estaba en buenas
condiciones para el culto.
También
era costumbre hacer el juego de “la olleta”, para lo cual se reunían
todas las mujeres formando un círculo,
pasándose la olleta de una a otra, hasta que alguna se la dejaba caer y al
romperse todas se reían.
Las
olletas eran viejas o con defectos y se guardaban en cada casa las que se iban
deteriorando durante el año. En algún
caso podía ser que la pieza estuviese buena, pero al romperse finalizaba el
juego, ya que no había tanta abundancia como para repetir el juego rompiendo
más olletas.
Todas
las mujeres juntas preparaban la cena para los hombres y después de cenar
hacían el baile, siendo tradición ese día el que las mujeres sacasen a bailar a
los hombres.
La
cena y el baile se podía hacer en cualquier casa, porque los vecinos eran bien
avenidos y no les importaba prestar su casa por esa noche. Unas de las más
utilizadas fueron las de Tomás Vallés,
Ordás y Martín Vallés. En esta fiesta no daba para contratar músicos y
cualquier vecino que tuviese una guitarra, era bien recibido para que animara
la noche. Tras el bailoteo, las mujeres preparaban una gran chocolatada para
recuperar fuerzas, siendo que el chocolate en algún caso no era comido, sino
usado para pintarse la cara de unos a otros y así terminar riéndose al verse
tan sucios.
En
aquellos tiempos y aunque se dejara de celebrar Santa Águeda, no por ello
decayó para nada la alegría y ganas de disfrutar -y aun de olvidar- de las
gentes de Castilsabás, puesto que no disponían de variadas diversiones y
siempre que podían celebraban baile, máxime desde que dispusieron de una
gramola que facilitó D. Pablo Sesé. En esos
años D. Pablo se hallaba cumpliendo el servicio militar en Barcelona. En su
regreso de permiso al pueblo y con
manifiesta ilusión por alegrar a sus vecinos, antes del retorno y con su amigo
Jesús Cabrero, fueron a comprar la bonita gramola. Significó todo un lujo para
los jóvenes y no tan jóvenes de
Castilsabás, ya que así podían hacer baile con música variada todos los
domingos, con esos discos que ahora son tenidos como pieza museística. Ni qué
decir tiene que fue utilizada durante mucho tiempo y en diferentes festejos,
logrando hacer la vida un tanto más agradable a aquellas esforzadas gentes de
mediados del pasado siglo.
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