“TRABAJAR
DURAMENTE Y ALMORZAR ALEGREMENTE”
Eso es lo que se suele hacer y así fue como pasé
el día con los vecinos de Sasa. Muchas veces he intentado llegar a la fuente de
la Queva y otras dos estuve con unos
amigos peleando con la maleza para llegar a ella, aunque solo conseguí ver
restos de la fuente.
Y después de 15
años, ahora puedo decir que sí he visto la fuente, puesto que he tenido la
suerte de ver el lugar mejor y más claro, no como en sus mejores momentos, pero
por lo menos he podido llegar hasta ella puesto que el camino ya está limpio y
la fuente casi. Espero que la ilusión que todos tenemos de ver salir el agua
por ese caño, que un día sació la sed a toda la gente que a ella se acercó, no
quede en el olvido y con una pequeña ayuda que pudiera recibirse, podamos verla otra vez como lo fue
originalmente y disfrutar de ese singular rincón, que un día sirvió para pasar
ratos alegres amenizados con su fresca agua.
La limpieza del camino fue larga, ya que se llegó a tal punto, que la
maleza en general y las zarzas en particular, superaban en algunos tramos más
de dos metros de altura. Nos habíamos hecho la idea de almorzar en la mesa de
la fuente, pero entre el calor y a la vista de lo enmarañado que estaba el
terreno, decidimos almorzar antes, pues con buen trago y mejor chulla parece
que se trabaja mejor, considerando de paso que en todos los trabajos, un rato
de descanso viene muy bien puesto que además todos estábamos con ganas de
disfrutar del día y en el que para nada faltó el buen humor.
Durante el
almuerzo, me contaron algunos juegos que hacían, historietas de sus tiempos
jóvenes y que al recordarlas no parábamos de reír. Recuerdos sencillos, pero
que en su día fueron vivencias que día a día practicaron y lógicamente tenían
su importancia entre las gentes.
Me
dieron a probar chulla del espaldar, nada menos del tocinico que Isabel y Félix
habían criado. Vaya como estaba de bueno. Para nada pensé que pudiese estar tan
sabroso, pues el espaldar es la paletilla que en cualquier supermercado adquirimos, pero si soy sincera tengo que
manifestar, que de ninguna manera sabe igual.
La fuente de la Queva, en otra ocasión, ya decía que estaba en terreno
perteneciente al término de Sasa y ahora
quiero explicar cómo era ese rinconcico tan apreciado por todos. Hace tiempo se
construyó un pequeño refugio aprovechando una gran piedra como pared y haciendo
las tres restantes con argamasa y piedra de arenisca con un tejado de cañizos y
tejas. Dos de sus paredes albergan pequeñas cavidades en forma de capillas, una
para poner el botijo de agua y la otra el almuerzo, para que de este modo no
los alcancen los animales. Dentro de este habitáculo hay una mesa y unos bancos
hechos de piedra, disponiendo en el suelo de una pequeña pila con el caño del
agua que ya venía canalizada metros atrás y salvando de paso, que el líquido
fuera a sus anchas por todo el terreno. En la pila hay un desagüe que va a las
balsas donde se lavaba la ropa, aprovechándose además para regar los huertos.
En estos momentos el agua no sale por el
caño, al hallarse cegado por desprendimientos y el manantial se ha buscado otra
salida.
Al ser éste un año de lluvias abundantes, puede apreciarse un buen
caudal al pie de un magano de tierra.
Siendo yo la más sedienta y la más atrevida, me arrodillé y eché unos buenos
tragos de esa afamada agua a la que tantas propiedades se le atribuía.
Con ilusión nos despedimos del lugar y con inequívocas ganas de volver a retomar la faena.
Independientemente del almuerzo, el suave murmullo de la fuente de la Queva nos
va a seguir llamando para dejar rematada una obra que no debió perderse en el tiempo.
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